El otro día en el pequeño lapso de tiempo entre dos clases, una compañera de clase explicaba cómo necesitaba un objeto, pero debía comprarlo al no tenerlo en casa. Mientras estaba haciendo otra tarea, el objeto que necesitaba apareció ante sus ojos. Ella atribuyó este hecho al destino, que había colocado el objeto que necesitaba y que desconocía que tuviese en casa delante suyo.
Yo que no creo en el destino, le respondí en un tono burlesco (pero sin ofender ni faltar), que me pasó algo parecido: el día anterior era ya caída la noche, estaba yo pasando las horas cuando mi estómago rugió. Al cabo de unos minutos, ¡me llamaron a cenar!. ¿Fue el destino? De esta forma empezó un pequeño debate sobre el destino y su existencia o no.
La RAE, define destino como “fuerza desconocida que se cree obra sobre los hombres y los sucesos“. Sinceramente, opino que creer en el destino y creer en Dios es casi lo mismo. Los que creen en el destino, reniegan de Dios, porque a nadie le gusta tener alguien por encima suyo, pero sí aceptan que “algo” ya ha definido su camino. La principal diferencia, es que Dios es bondadoso ("Bueno es Jehová para con todos" (Salmo 145: 9)). Mi argumento contra Dios: ¿Si éste existiera, como puede haber permitido tal desgracia como la que se está cerniendo sobre Japón?
El destino dice que las cosas están escritas, pero yo no lo creo. Creo que todo se debe al azar. Todo es un juego de probabilidades, que la mente humana no puede llegar a comprender. Alguien me respondió que a veces pasan sucesos tan rocambolescos que le hace dudar del azar: ¿Cómo puede algo tan rebuscado estar sólo sujeto al azar? Mi argumento aquí es el porqué pasan las cosas. No hay razón para que pasen las cosas, simplemente pasan porqué sí, y estas acciones que pasan simplemente porque sí, desencadenan otras acciones, que a su vez desencadenan otras acciones.
Aquí expongo mi (discutible) punto de vista, ahora si os animáis podéis dar el vuestro: ¡veamos si podemos librar un buen debate!